miércoles, 11 de julio de 2012

Suculento almuerzo, con la Seguridad del Estado

 
Recuerdo la ocasión, en que me encontré con algunos fragmentos de un libro, policíaco o de espionaje, nunca pude precisarlo adecuadamente, porque fueron solo algunas páginas, pero quedé obsesionado con aquel relato, que nunca he podido conseguir, para terminar su lectura. El libro tenía un título sugestivo, “El extraño caso de Striker”.
Ahora tengo la Internet para tratar de conseguirlo y posiblemente lo intente, pero iré al grano con lo que quiero contarles. En dicho libro se leía, sobre un individuo que se encontraba detenido y sometido a intensos interrogatorios, según mis imprecisos recuerdos. Le ofrecieron comida y le sirvieron un apetitoso manjar. Al parecer, el hambre que tenía, le incitó a comer abundantemente.
Pidió agua y le dijeron que se la traerían, pues la comida estaba sazonada algo excedido en sal y picante, pero los manjares eran deliciosos. Terminó de comer y le siguieron prometiendo el agua, pero le encerraron en una celda. Cuando estuvo en la celda y cansado de esperar por el agua, se dirigió al cuarto de baño y abrió la llave, pero esta no dejó caer, ni una sola gota de agua, como si llevara años sin pasar agua por allí.
Tan desesperante ya se había tornado la sed, que levantó la tapa del tanque, del inodoro para beber, pero el tanque estaba totalmente seco e incluso, en la taza de la letrina, no había ni la más mínima gota de agua.
La historia continuaba; al pasar los días sin que le dieran de beber y con la teoría que refiere el libro, se afirmaba; que por los condimentos que le habían suministrado en la comida, su organismo poseía cantidades excesivas de sal, que no podía eliminar, por la falta de agua y esto afectaba el balance químico de su cuerpo y actuaba sobre su cerebro, de modo alucinante.
Con todo esto se pretendía, que en su alucinación y su desesperación por beber agua, el hombre revelara, varios secretos que el conocía. Verdaderamente, una tortura Maquiavélica. Por fin no se ni como terminó aquella historia, porque el libro estaba inconcluso.
El fragmento de aquel libro lo leí hace muchos años, pero desde entonces he pensado siempre, en una situación similar. De hecho, cuando me detienen, nunca ingiero ningún alimento y ni siquiera bebo agua. No he permanecido muchos tiempo en los calabozos, solo he llegado a cuatro días, pero en esos días, solo he tragado saliva.
Había revelado en un artículo, que el viernes 13 de Julio de 2012, tenía predicho un interrogatorio, por parte de Oficiales de la Seguridad del Estado, que me conminaban a sostener una entrevista. En el día de ayer martes, me propusieron adelantarlo y asentí. No tengo inconvenientes en conversar con nadie y solo rechazo la conversación cuando es ofensiva e irrespetuosa. No la evado porque estoy seguro de mi y no tengo además, muchos pelos de tonto.
La conversación fue con dos Oficiales de la Policía Política y se prolongó por alrededor de cuatro horas. No digo que fue un interrogatorio, porque fue verdaderamente un intercambio, aunque hubo preguntas, pero fue una conversación, donde cada quien expreso lo que pensaba o al menos lo que deseaba exponer. No se si me grabaron o me filmaron, pero tampoco me interesa. Ninguna grabación es legal, si no se tiene el consentimiento explícito, del exponente y aunque desconfió de las leyes cubanas y de las actuaciones de su Policía Política, soy capaz de sostenerlo en cualquier circunstancia.
Tampoco hubo intimidación, porque no soy un tipo al que se intimida fácilmente, eso no ocurrió allí. Si hubo persuasión, expresada como consejos, de parte de los Oficiales. Pero la Contrainteligencia cubana, está completamente obsoleta, utilizan los mismos métodos, hoy indiscutiblemente arcaicos, de la antigua STASI alemana o la añeja KGB soviética. Me recordaron una película alemana, “La vida de los otros”, donde se expone el trabajo de la Contrainteligencia y sus métodos de extorción, en los tiempos de la dictadura comunista. Casi pasó aquella conversación, como una obra teatral, en la que todos actuábamos.
El fundamento ideológico de los Oficiales de la Seguridad del Estado, es doctrinal, no tienen ningún soporte teórico, ni se basan en las leyes, ni en los derechos y son incapaces de exceder el esquema, para el que fueron concebidos. El sistema es el mismo que siempre utilizan; descalificar al adversario, denigrarlo y comparar a Cuba, con los países más atrasados de la tierra, para demostrar “los logros de la revolución”. Siguen anclados en la prehistoria de la humanidad.
Sus medios de información son el Noticiero Nacional de Televisión (NTV) y el órgano de propaganda de la tiranía, el diario Granma. El Dios que ellos veneran, sigue siendo Fidel Castro, el desvencijado comandante de la revolución, artífice del holocausto del pueblo cubano y como sustituto, Raúl, el “Legitimo General sin batallas”.
En fin, en esas cuatro horas no aprendí, absolutamente nada, ni siquiera una coma, nada que no supiera de antemano y desde hace años. Las mismas cosas exactamente, que me dijeran los doctrinarios, cuando era apenas un niño. Pero lo mejor de todo, fue al final del conversatorio; me invitaron a almorzar.
Lo que me molesta, sobre todo, fue que me trataran exactamente igual, como tratan a todo el mundo. Hay tantos y tantos que me han contado esta misma historia, que hasta la misma casa situada, en la playa de Marianao, cerca del Palacio de convenciones, la utilizaron, en mi caso. Ya varias personas, me habían hablado de esa misma casa. Por supuesto, no me impresionó nada aquel lugar.
Cuando me invitaron a almorzar, ya tenía esa certeza, desde que salí de mi casa, cuando ellos vinieron a buscarme en un viejo auto Lada. Hace rato que sabía lo que les iba a responder. Pero lo primero que me vino a la mente, fue el fragmento del libro, El extraño caso de Striker. No es que pensara que me harían lo mismo, no, porque yo no tengo secretos que ocultar y nuestras acciones son completamente públicas y pacíficas, pero fue lo primero que pensé.
Por supuesto que no almorcé, ni siquiera me senté a la mesa con ellos. Uno de los platos del almuerzo, era un cóctel de camarones. No se de donde conocían mis gustos, pero se que no los adivinaron. Ese es un plato, que en Cuba solo lo comen los turistas y lo pagan bastante caro o lo comen, los magnates de la revolución, que tienen acceso a todo lo prohibitivo, para la población. Pero me apenó tener que rechazarlo, no porque no pueda comerlos alguna vez, si no por el desaire. Solo tomé café, porque no me preocupaba, que pudiera contener algún alucinógeno y un vaso de agua.
Pero este no es el momento de la reconciliación en Cuba, no es el momento, en el que podamos fumar la pipa de la paz y olvidar tantos agravios. Para eso falta un largo tramo por recorrer. Me señalaron incluso, que me detendrán el próximo domingo, si salgo para la Iglesia de Santa Rita de Casia, por sentado que saldré. Figúrense ustedes, sentarme a comer un suculento cóctel de camarones, en la misma mesa y con mis propios represores. Casi me parece una jocosidad, aunque aun cojeo de la pierna derecha, la que me torcieron en la última represión y en la que posiblemente, me provocaron, una lesión permanente.
Héctor Julio Cedeño Negrín
Periodista Independiente de Cuba.
Ciudad de la Habana , miércoles 11 de Julio de 2012.
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